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Una serie de factores son responsables de su asombrosa longevidad. El primero tiene que ver con su composición química, la miel es  principalmente azúcar. Los azúcares  contienen muy poca agua en su estado natural pero pueden absorber la humedad. Muy pocos microorganismos pueden sobrevivir en un ambiente así. Esencialmente, terminan por sofocarse.

 

La gran acidez de la miel también evita que se pudra. Finalmente, las abejas añaden su propio toque que la vuelve tan duradera. El néctar (la materia prima de la miel) se compone entre el 60% y 80% de agua. Las abejas, al batir sus alas, secan en su mayoría el néctar.

 

Debido a las propiedades antibacteriales de la miel, ha sido utilizada durante siglos como un remedio medicinal, ya que ayuda a evitar la infección de las heridas.