“Enojarse es fácil, pero enojarse en la magnitud adecuada, con la persona adecuada, en el momento adecuado, eso es cosa de sabios”. Aristóteles.
El psicólogo Daniel Goleman construyó el concepto de inteligencia emocional, profundizando en este tipo de inteligencia la cual no depende necesariamente de las emociones, sino de un correcto pensamiento y desarrollo emocional. Esta se divide así en diferentes tipos y categorías que pueden ser indispensables conocer para tener éxito en la vida profesional.
La inteligencia emocional es la capacidad que tenemos, tanto para comprender nuestras emociones y las de los demás, así como para gestionarlas y utilizarlas para mejorar todas nuestras relaciones. Son habilidades básicas interpersonales que nadie nos enseña en la escuela, y que en casa si los padres no conocen el correcto manejo y gestión de sus propias emociones, tampoco podrán enseñar a sus hijos.
Las características de una persona con Inteligencia Emocional son:
1. Manejo de la empatía: Consiste en entender cómo se sienten los demás y aprender a comunicarse correctamente para lograr un objetivo común. Cada persona reacciona de diferente manera a ciertos estímulos dependiendo de su contexto y su experiencia.
2. Saber conectar con las emociones de los demás: estas personas son auténticas y sinceras, ya que expresan sus sentimientos de forma clara.
3. Puede crear confianza en los que lo rodean: las buenas relaciones interpersonales guían a las personas al éxito, ya que pueden lograr más cosas con liderazgo, gestión de conflictos, cooperación y trabajo en equipo.
4. Autorregulación y gestión de sus emociones: las emociones no los controlan, ellos controlan lo que deciden hacer con ciertas emociones y reconocen cuando algo se les fue de las manos.
La falta de Inteligencia Emocional, afecta indudablemente la toma de decisiones, cuando se bloquea una emoción negativa, se bloquea la corteza prefrontal del cerebro; encargada de pensar y argumentar. Cuando sabes gestionar esas emociones, la toma de decisiones es más acertada. No se trata de controlar la emoción, sino des-inundarte o bajar la emoción, dejarla pasar para poder reaccionar con la mente fría, como comúnmente lo llamamos.
Para conectar y ser empático, necesitas estar completamente presente para la otra persona, si estás completamente presente, el otro lo va a sentir. No puedes estar distraído en escuchar para contestar, sino escuchar para comprender al otro.
Primero tenemos que entender porqué te sientes como te sientes, qué te enoja, que te mueve. Una vez detectado, aprender a regularlo para que esa emoción no te inunde y pueda fluir de manera sana. Después aprender a leer a la otra persona, llámese pareja, hijo, hija, jefe, empleados, compañeros de trabajo; conocer cómo impactan mis palabras a la persona con la que estamos hablando o relacionándonos y así cómo usar toda esta información para mejorar todas tus relaciones. Al final la huella que dejamos en los demás no son los títulos académicos ni los diplomas o reconocimientos, sino cómo hacemos sentir a los que tenemos cerca de nosotros y cómo nuestros hijos aprenden de nuestro ejemplo, el manejo adecuado de sus emociones y forjar un carácter con fortaleza interna, si no es con unos padres fuertes emocionalmente, cálidos, empáticos pero firmes de una manera amorosa.
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