Lo mismo sucede cuando hacemos rodar un aro, que es lo que explica este extraño equilibrio, la primera ley de Foucault.
“Todo cuerpo en rotación seguirá moviéndose siempre en el mismo plano mientras conserve el impulso”.
En efecto, una vez dado el primer impulso, es el movimiento giratorio lo que los mantiene en pie: Cada una de las ruedas en movimiento origina un campo de fuerza girostatico. Gracias a ese campo de fuerza, siempre que la bicicleta y el aro sigan girando en su eje de rotación será difícil inclinarlos y se mantendrán verticales durante su marcha.
¡Así que, no hay nada que temer. Una vez dada la primer pedaleada ya no volverás a caer!