¿Has oído alguna vez eso de “nunca tuve suerte en el amor”?…
Como si se tratara de una lotería.
Son muchos los conceptos adquiridos que todos hemos repetido alguna vez: “todos los hombres/ mujeres son iguales”, “al principio muy bien y luego todo cambia”, “mientras fuimos novios fabuloso, pero al casarnos fue un cambio radical”, “es igual a su padre/madre…”, “desde que tuvimos a nuestro primer hijo, se perdió la pareja”, y muchos más.
¿Por qué se forman las parejas?
Por distintas razones. Muchas vidas, muchos tipos de pareja
Hay parejas para formar familia, tener hijos y cumplir con las peticiones de los padres y de la sociedad.
Una pareja puede gestarse para ser dos con vidas paralelas, pero sin hijos porque se tiene vocación de compañía.
Hay parejas que se forman para no estar solos
Otros porque “se enamoran” o son enamoradizos/as y se lanzan continuamente a la búsqueda y captura de la media naranja encontrándose limones o toronjas.
Otros se unen porque se les pasa el arroz y hay que hacerlo y quizás tienen una buena vida de solteros y una pésima existencia acompañados.
Porque se busca una pareja sexual y resto de la persona no alcanza a satisfacer para continuar juntos.
Porque se tuvo admiración, sexo y ganas de estar con el otro pero se ha perdido el entusiasmo por alguna de estas patas o soportes de la relación.
¿Por qué acabas con tu pareja?
“Una pareja son dos seres maravillosos que se hacen la vida difícil”
Porque ya has aprendido con ella todo lo que te tocaba aprender.
La pareja acaba cuando la función de esta ha terminado y al tener otra pareja se vuelve a iniciar el ciclo de enamoramiento, apuesta por la continuidad, aprendizaje y sigue o acaba.
Porque los príncipes azules no existen sino que somos de carne y hueso y tenemos sentimientos y emociones que nos hacen volver locos.
¿Por qué las parejas dejan de ser sanas?
Una pareja sana es aquella que consigue un intercambio positivo.
Es estar a la par del otro. Ni arriba ni abajo, ni delante ni detrás sino a la par.
La desigualdad genera formas de pareja donde hay roles confundidos como padre-hija, madre-hijo (muy Freudiano), roles en que uno indica al otro qué debe o no debe hacer, o incluso parejas en que uno se convierte en el “territorio” del otro.
Un recurrente problema en el mundo de las relaciones sentimentales es querer cambiar a la pareja, criticarle, o esperar cada día algo diferente de lo que es.
Esto es una falta al amor y al respeto, y muchas veces es el germen de la separación.
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